lunes, 2 de marzo de 2009

Continuación del Capítulo 2. Llegada al Este

Después de una noche de descanso, Lissë y Nino desaparecen, pero reaparecen Stark y Drizzt. Nuestros héroes ya no se sorprenden de estos extraños sucesos de desapariciones y reapariciones aleatorias, pero se preguntan si tendrán algo que ver con los extraños sucesos que estan teniendo desde que se conocieron en Rivendel, hará ya más de medio año.

El viaje discurre sin distracciones, puesto que el tiempo es muy escaso y no pueden perder ni una hora de viaje. Descansan lo justo, galopan demasiado y se sorprenden de lo mucho que resisten los caballos de gondor, que, aunque más lentos que los mearas, son muy resistentes en el viaje.

Después de diversos encuentros sin importancia (animales, lugareños perdidos, algunas chozas en ruinas, ...) llegan a divisar lo que parece un mar. Al acercarse a la orilla, mientras galopan, ven una especie de seta gigante que despide un tono azulado, lo cual les crea curiosidad y deciden hacer un alto de dos minutos para inspeccionarla y revisar la ruta.

Al acercarse a la seta, nuestros héroes veen lo que se conoce como duendes de agua. Pequeñas sílfides azuladas, de no más de veinte centímetros de altura, pero sin alas. Estos seres empiezan a hablarles en un idioma que no habían escuchado nunca y que no entienen. Todos intentan hablarle en sus idiomas, pero sólo Eleuterio, el hobbit, parece entenderse con ellas cuando pronuncia unas palabras en un dialecto hobbit muy poco conocido en otro lugar que no fuera la comarca. Nuestros héroes, a través del hobbit, les preguntan si han visto algú ejército y los duendes les responden que sí, y que iban acompañados por una luz azul y venían del este. Después de plantearse si talaban la seta azulada o no, deciden montar en los caballos, seguir el camino y dejar a los duendes en lo que parece ser su casa.

Han pasado tres semanas desde que salieron de Minas Tirith. Los héroes han recorrido casi cinco míl quilómetros y están entrando ya en el corazón de las tierras del lejano este. Las plantas, los animales, el terreno, parecen tener rasgos diferentes a las que están acostumbrados a ver en el Oeste.

Los héroes llegan a lo que parece ser un poblado. Está medio destruido o son nómadas muy poco cuidadosos, no puede decir más. Las gentes les miran extrañados, con cautela. Los héroes bajan del caballo y en el momento en que Panzer se quita las ropas de viaje para estar más cómodo, los ciudadanos se exaltan muchísimo. Algunos huyan rápidamente, otros se quedan acurrucados mirándole. Finalmente, un ciudadano, que parece ser su líder, acude hacia Panzer y le ofrece abundante comida, bebida y objetos extraños sin valor aparente para nuestros héroes. Nuestros héroes no saben qué hacer, no sólo por este extraño comportamiento, sino porque ninguno de ellos entiende su idioma. Finalmente, parten, con una sensación de duda, pero deben continuar si quieren llegar a tiempo al Palacio Rojo.

Siguiendo su camino llegan a un poblado. En este ven claramente que ha sido arrasado por algún desastre natural o algún ejército, puesto que está todo derruido y la gente ha improvisado casas como ha podido. Al llegar y dejar los caballos, pasa exactamente lo mismo que en el poblado nómada anterior: la gente huye, se queda paralizada o le traen alimentos, bebidas y rinden homenaje al enano del grupo. "¿Debe ser por los destellos rosas?" Se preguntan. Sarubel distingue claramente una figura oscura que, aparte de mirar mal al enano, se queda a lo lejos observándole. Su mirada no es de miedo, sino de odio. Seguidamente, aparece una persona mayor que conoce el idioma común de la Tierra Media y se dirige a los héroes. Les invita a su estancia para todas las preguntas que puedan hacerle.

Los héroes acompañan al viejo y mientras caminan, casi en paseo, hacia una explanada llena de árboles, averiguan que un ejército de Pengs arrasó la ciudad, hace ya más de ocho meses. Por su descripción, nuestros héroes no tienen ninguna duda: un Peng es un trasgo, y no tardan en relacionar el ejército de Pengs, con el ejército que arrasó Rivendel y Edoras y que dentro de poco puede llegar a Minas Tirith.

No obstante, cuando llegan a la explanada, el viejo corre hacia una esquina, de donde aparecen dos figuras sombrías. Una de ellas era esa figura que miró mal a Panzer no hacía mucho. "¡No obtendréis nada de estas tierras!" Grita el anciano, y todo seguido, al lado de las figuras sombrías aparecen dos portales rosas. Nuestros héroes enfundan las armas y arremeten contra las figuras sombrías, pero aparecen varios arqueros furtivos entre los árboles que les disparan, relantizando su llegada al hombre mayor. 

Sarubel empieza a recitar hechizos y acaba con algunos arqueros. Seguidamente, las figuras sombrías se adentran en los portales y no tardan en volver, pero con algunos animales del mundo sombra, que desaparecen entre aullidos y gritos de dolor. El humo rosado que desprender se concentra en el anciano, que empieza a recitar un hechizo. No obstante, Stark genera un canal negro que destroza la mente del anciano y lo deja inconsciente. Seguidamente, el humo rosa se dirige contra las dos figuras sombrías, que no portan arma ni armadura alguna. Mientras, el resto de guerreros intenta acabar con los arqueros que hay en medio de los árboles. Sólo quedan las figuras sombrías. Una queda aturdida por otro canal negro de Stark. Sarubel genera un vació para la otra, que parece no aferctarle mientras se dirige con una rapidez sobrenatural hacia el enano Panzer. El enano entra en un estado frenético de combate y clava un golpe maestro perfecto en el pecho de la figura sombría que venía a acabar con su vida y muere en el acto.

Los héroes quedan consternados por este hecho y siguen su camino, después de comprobar que sus enemigos no poseían nada de valor. Sólamente les extraña una cosa: estos enemigos conocen las puertas rosadas y parece que las utilizan para extraer poder de ellas. No queda tiempo.

Al cabo de unas pocas horas más llegan al Palacio Rojo. Este palacio rodeado de ruinas de lo que debería haber sido una enorme ciudad, yace intacto, con un refulgir rojo. Al llegar a la puerta y gritar sus nombres y su misión, les recibe un diplomático, que conoce su idioma a la perfección. Notan que, extrañamente, todas las personas, incluído el diplomático, tienen los brillos rosas de Panzer, unos incluso más acentuados, acercándose al rojizo.

El diplomático les cuenta que los enemigos que han abatido son un grupo rebelde que aprovecha la situación de caos generada por el paso del ejército de Pengs para obtener poder de entre la población superviviente. Mientras conversan ven que el Palacio Rojo es mucho más grande por dentro que la propia Minas Tirith y hay mucha gente viviendo.

Justo antes de llegar al Salón Rojo, el diplomático les previene de no mirar fijamente al Emperador Rojo y hablarle en tono respetuoso y muy sosegado. Entonces, entran en el Salón.

El Salón está hecho de mármoles rojizos y decorado con oro y mithril, así como pequeñas incrustaciones de eog y shalk. Una luz rojiza parece estar situada en el trono final. Es el Emperador Rojo. Cuando llegan a él, notan que la iluminación ya no les es tan fuerte y puede mirar con comodidad a su alrededor.

La conversación con el Emperador es curiosa. Parece conocer todas las palabras que nuestros héroes van a pronunciar, como si del don de la Premonición dispusiera. Se extraña al oír sobre el Rey de los Hombres y observa el mensaje que Elrond gravó en aquella piedra. "Es el mismo ejército que no se atrevió a entrar en este Palacio", clama. Nuestros héroes le preguntan si puede ayudarles y él les responde que si, pero les debe pedir algo a cambio. Les pide que eliminen a los tres generales rebeldes que quedan. Eran cuatro, pero el Emperador les revela que ya han eliminado a uno, y eso le satisface. Les cuenta que no pueden hacerlo sus soldados, puesto que todos ellos refulgen con una luz rosada y los generales se esconden de ellos. "Igual que yo", piensa Panzer, lo cual no sabe si le genera una sensación buena o más bien mala. "Si sólo va uno de vosotros, os atacan porque piensan que el resto sois débiles, pero habéis motrado vuestra valía", dice el Emperador. "Confío en vosotros", añade.

Nuestros héroes le dicen que no tienen tiempo, que no podran eliminar los generales en los lugares que el Emperador les indica y luego volver a Minas Tirith a tiempo con su ayuda. "Precisamente porque tenéis mi ayuda, llegaréis a tiempo. Ahora que sé donde está Minas Tirith, podré teletrasportar lo que sea necesario para llegar allí y defender vuestra ciudad".

Panzer, Eleuterio, Sarubel, Stark y Drizzt acuerdan ayudar al Emperador. Después de todo, no tienen otra opción, ya que volver significaría la caída de Minas Tirith.

1 comentario:

Maribel dijo...

Master!

hay que hacer la crónica de la partida del otro día, esa si que es digna de recordar! Madre mía, si casi acabas con la compañia...

XDD

Ayer viendo "el último Samurai" de acordé del Emperador Rojo y su ejército de ninjas, jajaja